miércoles, 23 de septiembre de 2020

ENTREVISTA A MANUEL MORA SERRANO

LUZMARY ROJAS BENÍTEZ 


Buenos días. Yo soy Luzmary Rojas, y hoy tengo la dicha de poder entrevistar a uno de los grandes escritores de nuestra querida “Quisqueya, la bella". El novelista, ensayista e investigador literario Manuel Mora Serrano. 

Esta entrevista, de la asignatura Introducción al Estudio Literario, se realiza con el propósito de observar la literatura desde la trayectoria y experiencia de este autor.


1.     Para usted, ¿Qué es la literatura?

Resp. MMS: Las definiciones normales están en el diccionario y solo debes accesar o abrir uno.

Sin embargo, para un escritor es otra cosa: la literatura es su vida. Todo gira en torno a ella. La respira, la huele, la vive. Ignoro si en otras vocaciones sucede lo mismo. Para mí, curiosamente, el dinero que me pueda producir mi obra nunca ha sido lo principal. Estudié la carrera de derecho porque era la más afín a las letras que podía darme con qué vivir y para dedicarme a ella, literatura, ya que ni pensar en estudiar filosofía que hubiera ido más cerca de mi vocación real. Ya tenía el vicio de las letras metido en el cuerpo, escribiendo poemas amorosos, románticos y algún esbozo de novela. Nunca he visto la literatura como algo que me “dé nombre o fama”; eso no me importa, me interesa escribir, investigar, producir, innovar acaso, dejar, como digo en un viejo poema, alguna página que perdure, como brilla el oro en las cenizas de los muertos. En cierto sentido, soy “postumista”, es decir, que solo quiero que lo que deje, alguna página sea leída con amor, después de muerto.


2.   A su entender, ¿cómo se estudia la literatura?

Resp. MMS: Aunque he intentado escribir y he publicado libros y artículos sobre el estudio de la literatura, la pregunta debería ser, como debería iniciar un estudiante sus conocimientos de la literatura.

Aquí es pertinente señalar que la base de la literatura es la lengua. Primero que nada la que se habla y se escucha. por eso, lo principal es dominar la gramática normativa. Oirás hablar de estructuralismo, de semiótica, etc., eso vendrá después. 

Precisamente, lo que está sucediendo ahora es que muchos maestros del profesorado básico: los que alfabetizan y dan las primeras lecciones gramaticales, no dominan la normativa. Cometen faltas de ortografía; no saben pronunciar correctamente las palabras, ni poner donde van los puntos seguidos y aparte, las comas y puntos y comas, ni los acentos ni conjugar bien los verbos y estructurar los párrafos para que contengan una idea completa. 

Si queremos ser literatos, debemos estudiar la gramática al margen de lo que nos enseñen. Ahí comienza la liberación del escritor futuro, en su lucha por superar los vacíos y las dudas. Hoy es fácil bajar de la Web todo el material necesario para completar el conocimiento básico, pero hay que dedicar tiempo a esa lucha contra la ignorancia, en eso, en luchar contra ese monstruo, consiste la vocación literaria.

Es que la pregunta, como está formulada, se contestaría  simplemente con dos gerundios: Leyendo y escribiendo.

Pero lo que realmente querrás saber es cómo una persona comienza a estudiar literatura. Dependiendo el país. Pero en occidente, donde vivimos, debemos comenzar con los clásicos greco latinos. Sin esa base, es imposible saber cómo ha sido el proceso literario en nuestros países. A nosotros nos corresponde, además de lo grecolatino, toda la literatura europea, latinoamericana y norteamericana. Y luego, la literatura de nuestro país, sus inicios y su evolución.

Hay que leerlo todo, aunque, lo ideal sería ir poco a poco y en orden.


3.   ¿Cómo ve la evolución que ha tenido la literatura?

Resp. MMS: Esa es una pregunta tan amplia, que no encuentro cómo responderla. Sin embargo, le podría decir, que la literatura no evoluciona, sino que involuciona. Cuando leemos a los grandes escritores del pasado, no solo nuestros, de China, de Rusia, de Oriente, y en especial de Inglaterra, Alemania, España Italia, Portugal y Francia, nos damos cuenta que a pesar de todas las facilidades, de una mejor preparación académica, en nuestro propio país, escritores famosos que nunca fueron bachilleres, son nuestros clásicos. Podemos decir a pesar de nuestra fe en la juventud para superar lo hecho en el pasado, que en estos 20 años del nuevo siglo, con una mayor profusión de textos editados, con facilidades tecnológicas que no se podían imaginar antes, es posible que se hayan publicado más libros en este siglo que en todo el resto de nuestra historia; sin embargo, ninguno, y cuando dije ninguno, dije ni uno, supera a los escritos y publicados el siglo pasado, que hemos llamado el Siglo de Oro de la literatura dominicana.

No es cuestión de cultura o incultura, de títulos, de ciencias, de tecnologías. Es asunto de la genialidad humana. No se puede fabricar como un robot, a un escritor genial; no se puede inventar una obra que supere a las demás porque uno lo quiera o lo pretenda.

Vamos referir una anécdota que viene al caso. Cuando aparecieron los llamados miembros de la Joven Poesía, que cantaban contra los yanquis después de la Guerra de Abril, Franklin Mieses Burgos, que alentaba a estos muchachos, nos decía a Freddy Gatón Arce y a nosotros: “Eso está bien. Que se crean el centro del mundo. Pero cuando volteen los rostros, verán, que detrás de ellos, hay monstruos.”

Podemos tener mejores bibliotecas, todos los libros del mundo físicos y digitales y los podremos leer, pero nada de eso produce un escritor genial.

Quizás la lentitud de la vida antigua frente a la rapidez de la moderna, cuando muchos de los mejores autores del mundo se alumbraban con velas y redactaban mojando la pluma en un tintero y no tenían ni siquiera una maquinilla y amanecían escribiendo, explique algunas cosas.

Por ejemplo, dos de los más grandes escritores “modernos” son William Shakespeare y Miguel de Cervantes Saavedra. Ambos fueron, si no menospreciados, poco apreciados como debería ser por las gentes de su generación, y hoy, sin esas dos personalidades, para no hablar de glorias, ni la literatura inglesa ni la española serían lo que son.

De modo que, mientras evolucionamos tecnológicamente  y nos creemos el centro del mundo, porque nos citan o nos traducen o nos publican o vendemos más que esas gentes, o ganemos más premios, no hemos evolucionado en la calidad literaria. Sin ser demasiado pesimistas, pero sí realistas, a pesar de nuestro amor por las letras y nuestra admiración por los jóvenes que incursionan en este difícil terreno, lamentablemente, diría, que hemos retrocedido.

Eso no es tan terrible. Siempre es un acicate para el nuevo literato enfrentar la página en blanco diciendo para sí mismo: Yo superaré a esos monstruos. 

Y es posible que lo hagan. Después de todo, se trabaja con el material más común del universo: El lenguaje humano.


4.    ¿Qué aporta la literatura al ser humano? 

Resp. MMS:  Bien hecha la pregunta. No va dirigida al animal humano, sino a su esencia. 

Los últimos investigadores declaran que no existe el alma, y si no hay espíritu, no sabría cómo responder esa pregunta. Sin embargo, partamos de que somos entes dobles, materiales y espirituales.

La literatura, realmente, en lo material, no sirve para nada. No se puede comer, no se puede beber, no se puede untar. Con suerte, al escritor le podría proporcionar lectores y dinero y le ayudaría entonces a alimentar al animal humano.

Empero, partimos del hecho de que esto que produce la literatura, es lo que nos diferencia de los demás animales. Lo que nos hace “humanos”, de ahí que en la carrera de letras  se estudie la literatura.

Y resulta, que ella, siendo solo un ente puramente espiritual, inasible, intocable, incomible ¿qué podría aportar al ser humano?

Si las religiones, supuestamente existen para llenar ese gran vacío cultural que cada ser humano siente por sus orígenes y los misterios de la existencia misma, de la muerte y del universo, podríamos decir que la literatura suple lo que esas otras disciplinas espirituales no llenan.

Ahora, si la reducimos a su papel estelar, es decir, al Arte, a una de las bellas artes, entonces podríamos decir, que ese es su terreno: La de suplir estéticamente la sed de lo bello y lo útil a través de la palabra, sea oral o escrita.

Esa ausencia del mundo que nos sumerge la lectura de un gran poema o de una narración excitante o en la contemplación de un drama o una tragedia, en el teatro, el cine o la televisión tiene muchos nombres quizás, pero lo más importante es que nos produzca ese tipo de goce que llamamos placer estético. Es decir, que excite nuestros sentimientos. Si eso no se cumple, el literato ha fracasado, y, en consecuencia, la literatura también. 


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